Humo es todo lo que queda

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A Leopoldo María Panero

Mi alma insaciable busca
en la interminable soledad
de una hoja en blanco,
el salvaje silencio que aúlla
desde el lugar más inhóspito
de mi cerebro desolado.

Abstracto el verso que resurge
del corazón en la mano
del poeta muerto en la acera,
porque sus palabras olvidadas
se perderán en la nada
de su íntima locura.

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El nacimiento de “lo fantástico” y la exploración subjetiva

dia de la poesia escritor libro (2)

La literatura fantástica, como tal, no nace hasta mediados del siglo XVIII, debemos tener en cuenta que esta literatura surge como contraposición a la literatura realista, además de la incansable búsqueda de un objetivismo totalizador por parte de la ciencia. No podríamos hablar de literatura fantástica si no existiera como precedente la literatura realista. Por ello, no es de extrañar que Maupassant, uno de los mayores representantes de la literatura fantástica, tuviera como gran mentor a Flaubert, un extraordinario representante del realismo literario. En los comienzos del siglo XIX encontramos un auge de la literatura realista y, como consecuencia el desarrollo de nuevos géneros, como el relato maravilloso o el relato fantástico. La mayoría de los expertos advierten que un aspecto indispensable para la literatura fantástica es su carácter sobrenatural e inexplicable. De hecho, en uno de los cuentos de Maupassant,  La mano, el protagonista utiliza como sinónimos, fantástico, sobrenatural e inexplicable, para adjetivar la historia. Sin embargo, no debemos utilizar este aspecto como totalizador de toda literatura fantástica, pues es un rasgo presente en diversa heterogeneidad de géneros. Como bien señala Alberto Manguel:

Las historias de fantasmas han existido siempre, los lectores escépticos no”.

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Carta sobre la locura

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A Leopoldo María Panero.

No hay ningún acto que se califique correctamente de loco que no sea un acto errado, es decir, un error. Pero no todos los errores que se cometen son actos locos. Luego el acto loco es un tipo de error.

Cada uno de los errores tiene su lógica. Aunque Dios juegue a los dados con el universo, es lo cierto que en el universo hay sólo acontecimientos, entre otros, los de los seres humanos, y cuando menos, los de éstos, o son acertados o son erróneos. Tan constitutivos del universo son los actos certeros cuanto los múltiples actos errados que puedan acontecer y que de hecho acontecen.

Ahora bien, de la misma forma que hay la lógica de los actos certeros, han de existir varias lógicas de los errores, tantas como tipos de errores se puedan diferenciar. Tiene que haber, pues, cuando menos, una lógica para el error loco. La lógica del error loco es lo que se llama psicopatología: aún no existe. Cuando exista, habrá de tratar de las leyes que rigen para los procesos erróneos del tipo de los procesos locos. Los errores locos, necesariamente, han de tener su ley o sus leyes, puesto que se trata de hechos naturales. No sólo obedece a una ley la trayectoria de una bala que da en el blanco; las que no dan en él también han seguido su ley, otra (u otras), y se averigua, se logra la clave de por qué en vez de en el blanco dio precisamente en otro lugar.

La misión del psicopatólogo es en primer lugar, esto es, antes que otra cosa, dirimir si un acto es acertado o erróneo; en segundo lugar, de ser erróneo, si es del tipo de los errores locos o del tipo de los errores cuerdos; en tercer lugar, averiguar por qué se ha seguido la vía del error, y precisamente la del error loco, y no las otras posibles vías: la del cuerdo, en la verdad o en el error, pero cuerdo al fin. Con otras palabras, si se está loco, ¿por qué se está loco? Una vez conseguido esto se habrán sentado las bases de la psicopatología.

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Leopoldo María Panero

Leopoldo María Panero - Descontexto-3

‘El loco yerra, pero no miente.
Además tiene la peligrosa manía de decir la verdad’

Dedicatoria

Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.

Last River Together (1980)

*          *          *

Diario de un seductor

No es tu sexo lo que en tu sexo busco
sino ensuciar tu alma:
desflorar
con todo el barro de la vida
lo que aún no ha vivido.

El que no ve (1980)

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El poeta

escribiendo en la oscuridad

El poeta

Temo olvidar tu nombre
como teme el poeta olvidar
la palabra brotada en la tormenta del insomnio,
sólo a Dios comparable en su grandeza sublime.
(Mayakovsky)

El poeta no escribe versos,
desnuda su alma con tinta.

No despertaré de ti,
serás mi sueño,
mi refugio;
no despertaré de ti,
para siempre soñar contigo.

El poeta no escribe versos,
dibuja lienzos de palabras.

Pinceladas en un espejo invisible,
austera alma,
insensible.
Feroz necesidad que calma
la angustiosa tragedia sublime.

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El Don Juan del conocimiento

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Lo que importa no es la vida eterna, sino la vitalidad eterna.

Kant vive con el conocimiento como quien vive con la esposa; duerme con él, durante cuarenta años, en el mis­mo lecho espiritual y, con él, engendra toda una genera­ción alemana de sistemas filosóficos, cuyos descendien­tes viven aún entre nosotros en nuestro mundo burgués. Sus relaciones con la verdad son de un orden puramente monogámico, así como lo son para todos sus hijos inte­lectuales: Schiller, Fichte, Hegel y Schopenhauer; lo que los arrastra hacia la filosofía es una voluntad de orden; una voluntad muy alemana, objetiva, profesional, para disciplinar el espíritu; en modo alguno demoníaca, sino, al contrario, una voluntad que tiende hacia una sistematización del destino. Sienten el amor a la verdad como un amor hondo, duradero y fiel. Pero ese sentimiento está desprovisto enteramente de erotismo y del deseo de con­sumir, de dominar, ya a uno mismo, ya a otros; sienten la verdad, su verdad, como una esposa o bien propio del que no han de separarse hasta la hora de la muerte y al que han de ser siempre fieles. Pero en estas relaciones hay algo que huele a doméstico, a casero, y, efectivamen­te, cada uno de ellos se ha edificado su casa, es decir, su sistema filosófico, para albergar a su amada. Y trabajan con mano maestra el campo de su espíritu, con arado y rastrillo, ese campo que les pertenece y que han con­quistado para la humanidad, arrancándolo de la confusión del caos. Cautelosamente van poniendo, cada vez más lejos, los mojones que marcan el límite de sus conocimientos desde el seno de la cultura de su época, y sa­ben aumentar, con su sudor y su trabajo, la cosecha intelectual.

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Eleonora

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Sub conservatione formæ specifícæ salva anima.
(Raimundo Lulio)

Vengo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones. Los hombres me han llamado loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general. Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche. En sus grises visiones obtienen atisbos de eternidad y se estremecen, al despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto. De un modo fragmentario aprenden algo de la sabiduría propia y mucho más del mero conocimiento propio del mal. Penetran, aunque sin timón ni brújula, en el vasto océano de la «luz inefable», y otra vez, como los aventureros del geógrafo nubio, «agressi sunt mare tenebrarum quid in eo esset exploraturi».

Diremos, pues, que estoy loco. Concedo, por lo menos, que hay dos estados distintos en mi existencia mental: el estado de razón lúcida, que no puede discutirse y pertenece a la memoria de los sucesos de la primera época de mi vida, y un estado de sombra y duda, que pertenece al presente y a los recuerdos que constituyen la segunda era de mi existencia. Por eso, creed lo que contaré del primer período, y, a lo que pueda relatar del último, conceded tan sólo el crédito que merezca; o dudad resueltamente, y, si no podéis dudar, haced lo que Edipo ante el enigma.

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Alejandra Pizarnik

Zdzislaw Beksinski painter

‘Se escriben poemas porque se necesita
un lugar donde ser lo que no se es’.

Cenizas

La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te…

La noche sufre.

La última inocencia (1956)

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Poesía y locura: De Baudelaire a Foucault

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Baudelaire es considerado uno de los mejores poetas del siglo XIX, por su originalidad y perfección en la forma, es un poeta de la modernidad. Representa la figura del poeta moderno e innovador. En su obra vemos representadas las características que elogiaba Foucault acerca de la literatura y la poesía. Con Baudelaire la poesía empieza a liberarse de las ataduras tradicionales y despliega nuevos conceptos de creación poética, iniciando una manera diferente de ver la realidad.

Baudelaire y su originalidad le hacen situarse fuera de los límites, al margen de las escuelas literarias y de los cánones literarios y sociales de la época, su obra es una muestra del abandono de las formas poéticas que hasta entonces predominaban. Baudelaire inaugura nuevas y revolucionarias tendencias en la poética, dotando su obra de un verdadero sentido poético, que incluye el misterio de conflictos íntimos, una insólita angustia y una búsqueda de la explicación de fenómenos humanos que convergen en una expresión poética cargada de significación y repleta de sugerencias.

Muchos textos del poeta, muestran la originalidad de una nueva creación, la angustia y la tragedia íntima, el singular acercamiento a la vida, una concepción individual de un mundo propio. Baudelaire propone la desaparición del yo del poema, la sustitución de la presencia personal del autor dejando a un lado al poeta y centrándose en la poesía misma. Esta última frase del poema las ventanas (número treinta y cinco, contenido en su obra Pequeños Poemas en Prosa): ¿Qué importa lo que pueda ser la realidad que se encuentra fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy? marca esta idea, en la cual el poeta destruye el mundo creando uno verdaderamente suyo.

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