El mito de Sísifo

sisifo (1)

Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.

Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, sin embargo, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, en primer lugar, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía del rapto, ofreció a Asopo darle informes con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestiales. Por ello fue castigado y enviado al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor.

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Platón – El banquete (extracto)

Este texto forma parte de El banquete de Platón, concretamente al discurso de Aristófanes. En este fragmento se expone la curiosa teoría de los andróginos, también conocido como ‘el mito del andrógino’:

“primero, es preciso que conozcan la naturaleza humana y las modificaciones que ha sufrido, ya que nuestra antigua naturaleza no era la misma de ahora, sino diferente. 

En primer lugar, tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido. El andrógino, en efecto, era entonces una cosa sola en cuanto a forma y nombre, que participaba de uno y de otro, de lo masculino y de lo femenino, pero que ahora no es sino un nombre que yace en la ignominia.

En segundo lugar, la forma de cada persona era redonda en totalidad, con la espalda y los costados en forma de círculo. Tenía cuatro manos, mismo número de pies que de manos y dos rostros perfectamente iguales sobre un cuello circular. Y sobre estos dos rostros, situados en direcciones opuestas, una sola cabeza, y además cuatro orejas, dos órganos sexuales, y todo lo demás como uno puede imaginarse a tenor de lo dicho. 

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Epicureísmo: una forma de vida

Epicuro compró una casa con un pequeño terreno a las afueras de la ciudad de Atenas que denominó el ‘Jardín’ (kêpos). El Jardín era en realidad un huerto, un lugar ameno donde conversar y tener recreativas vivencias. En la escuela se elaboraban los escritos que luego se publicarían, poseía una biblioteca que constituía la parte esencial de la escuela. El Jardín proporcionaba un retiro para la vida intelectual de ese círculo de amigos y discípulos que giraba en torno a la figura de su maestro Epicuro. En esta escuela se admitían personas de todas las clases sociales, incluso mujeres, algo insólito para para una escuela filosófica, pero sobre todo algo más sorprendente es que se admitían esclavos. El sistema filosófico de Epicuro no constituyó un eclecticismo intelectual, sino una auténtica actitud personal que era la respuesta práctica a experiencias que buscaban el camino para alcanzar la felicidad y la confianza en los hombres.

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Intervención en la Sorbona

Conviene, en todo caso, estudiar filosofía
después de los cincuenta. Y más, si cabe, edificar
modelos de una sociedad. Antes debemos
aprender a cocinar un caldo y a freír, no digo ya pescar,
pescado, hacer un café como es debido.
De lo contrario, las leyes éticas
huelen a cinturón paterno o bien a traducción
del alemán. Hay que aprender primero
a perder las cosas, más que a adquirirlas,
odiarse más que a un tirano,
apartar años enteros la mitad de tu exigua paga
para la habitación, y luego razonar
sobre la victoria final de la justicia. Que llega siempre
con retraso, por lo menos al cabo de un cuarto de siglo.

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