Heidegger, el Dasein y sus posibilidades

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El pensamiento de Heidegger se ve urgido por la crisis de fin de siglo, que se expresa como el agotamiento de la historia de la metafísica, además asociándose a la crisis de sentido que experimenta Occidente. La falta de sentido según Heidegger, como podemos ver en Ser y Tiempo (1927), procede de que en nuestro tiempo se ha cerrado la posibilidad de preguntar, auténtica y radicalmente, por el sentido del ser. Se ha olvidado la pregunta en tanto que pregunta por el ser, como pregunta abierta. Al cancelarse la pregunta como tal pregunta, se ha destinado a Occidente a la pérdida de sentido. Por tanto, la pretensión de Heidegger es reabrir de nuevo la pregunta por el sentido del ser, aspirar a una reformulación de la pregunta por el ser, que es la pregunta filosófica por excelencia. Heidegger expone que la distinción, que Aristóteles usa como respuesta, entre sustancia y accidente, es la que lleva a asentar un camino que ahora se agota, que nos lleva a la renuncia del verdadero sentido de preguntar; y este olvido de la apertura originaria conduce al agotamiento final que vive ahora Occidente como la crisis del sentido, del nihilismo. Por ello plantea la urgencia de abrir de nuevo la pregunta, asumiendo que sin ella no cabe sentido alguno; en el mero plantearla nos va la posibilidad de sentido, del sentido de nuestra existencia o de nuestro ser. Así, Heidegger toma como punto de partida una relación abierta entre el ser y el ente que se pregunta por el ser; esta apertura que liga y separa al hombre. Este retorno de Heidegger a la pregunta ontológica no es un retorno al pensamiento moderno, sino que es una vuelta al origen mismo del pensar, desmontando toda subjetividad.

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